Arnedo rinde culto al ajo asado en Jueves Santo

Arnedo siente una especial devoción por el ajo asado, una reminiscencia ancestral de su época más agrícola que ha permanecido fiel a las costumbres de una ciudad que como dice su alcalde Javier García, «vivió su particular revolución industrial», pero que sin embargo ha guardado «como un tesoro su amor por un producto único», el ajo fresco, que elaborado sencillamente al calor de las brasas se convierte casi en un voluptuoso manjar.

El Ajo Asado ha saltado de las casas a las calles, de ser un fiesta de carácter familiar e íntima a convertirse en un verdadero reclamo turístico, en una atracción para perseguir verdades y darse un baño de una ciudad tan alucinante como desconocida en alguno de sus perfiles tan sorprendentes como las cuevas de los Cien Pilares, una maravilla donde al igual que en la gastronomía se dan la mano la naturaleza y el ingenio del hombre.

Dámaso Navajas, chef de La Posada del Laurel, de Préjano, asegura que Arnedo sabe a verduras: «Es nuestro paladar el que las busca porque hemos nacido con su aroma al lado. Las verduras son parte de nuestra memoria y el ajo asado es la manifestación más profunda se esa querencia, en cada casa, en cada bajera se disfrutan de una forma natura, con su huevito asado, con su vino. Es una verdadera maravilla que la gente tiene que conocer porque es la gastronomía más popular la que se asoma a la calle».

De la misma opinión es el sumiller del restaurante Sopitas, Alberto Eguizábal, que acaba de ganar el Delantal de Oro de La Rioja: «Arnedo tiene muchos tesoros que no se conocen ni en la misma Rioja; nuestros paisajes, nuestras costumbres que van unidas a la gastronomía de las verduras, a nuestra particular casquería.

Es un verdadero universo de aromas y de sabores. Recomiendo que se acerque todo el mundo a conocer una ciudad que el día de Jueves Santos respira con una vibración muy especial, muy honda». El presidente del Casco Antiguo, José María Martínez de Quel, entidad que organiza todo el evento y que pone a disposición de la ciudad todos sus efectivos para el asado y posterior repartición de los ajos y los huevos, explica que es una forma de reivindicar los valores de Arnedo: «Que vengan la gente y se enamore de la ciudad».