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El cocinero Alberto Crisci. : L.R. / Saffron Jenkins
Alberto Crisci, el chef de la cárcel

Alberto Crisci, el chef de la cárcel

La historia de un cocinero británico de origen italiano que cuenta ya con cuatro restaurantes de éxito ubicados en otras tantas cárceles de Reino Unido

REDACCIÓN

Lunes, 11 de febrero 2019

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Su primer contacto con un penal fue por casualidad, tras el fracaso de un negocio que le llevó a la ruina, por lo que decidió presentarse a un puesto de cocinero en una cárcel de Surrey donde sintió «empatía» hacia las personas que estaban allí y a las que empezó a formar en el arte de los fogones El chef británico Alberto Crisci relató esta semana en San Sebastián cómo ha logrado aunar dos de sus pasiones, la cocina y la rehabilitación de personas que han pasado por la cárcel, en un proyecto que cuenta ya con cuatro restaurantes de éxito ubicados en otras tantas cárceles de Reino Unido.

Aunque en un principio las palabras prisión y restauración parece que no pueden ser más lejanas, este cocinero nacido en el sur de Inglaterra en el seno de una familia italiana ha demostrado que un local situado en una prisión, con menús modernos y de calidad elaborados y servidos por reclusos, además de cumplir una función social, son rentables y un buen negocio. Crisci explicó el proceso de esta idea innovadora en el VI Foro Internacional de Emprendedores Culinary Action que organiza el Basque Culinary Center, considerado uno de los grandes eventos en el ámbito del emprendimiento en el sector de la gastronomía y la alimentación.

Una oportunidad

«El proyecto 'The Clic Charity' me ha cambiado porque ahora puedo hablar de cómo me satisface mi trabajo y cómo ofrezco una segunda oportunidad a las personas que han estado presas mediante una formación durante su estancia en prisión y un acompañamiento cuando salen que les ayude a superar el estigma social», relató.

Reinserciones probadas

En 2009 Alberto Crisci abrió el primero de los restaurantes 'The Clink', como parte de 'The Clink Charity', un programa de rehabilitación de presidiarios en Reino Unido que actualmente se extiende en 4 cárceles: HMP Brixton, HMP Cardiff, HMP High Down y HMP Styal. Allí, los presidiarios se ocupan de la cocina y el servicio, como parte de un entrenamiento integral que busca darles herramientas a los reclusos para conseguir empleo al salir. Al graduarse reciben una certificación oficial en elaboración de alimentos, servicio y limpieza, así como acompañamiento en el proceso de búsqueda de empleo una vez cumplidas las condenas. Hasta ahora, han alcanzado 80% de inserción laboral y reducido la reincidencia 25%. La iniciativa también incluye The Clink Gardens en HMP Sent, una prisión para mujeres, en la que se entrenan y certifican a las reclusas en horticultura. El chef Alberto Crisci ha llegado a realizar una campaña para sensibilizar a los hosteleros ingleses con el objetivo de que dieran trabajo a los exconvictos rehabilitados.

En el Reino Unido el 75 por cientoo de los delincuentes son reincidentes al cabo de dos años, pero «los que pasan por el proyecto 'The Clinc Charity' no vuelven a la cárcel», aseguró orgulloso Alberto Crisci, que explicó que mantener una persona en prisión cuesta en las islas británicas una media de 40.000 libras anuales.

Crisci ha recordado sus vacaciones infantiles en Italia donde, junto con otros niños, recogía tomates, higos y otros productos de la tierra, y donde comprobó el apego de los italianos por los productos de temporada. En Inglaterra llevar a cabo este principio, sobre todo durante el invierno «es difícil», pero este chef lo mantiene en sus restaurantes «carcelarios» que también tienen un compromiso con la sostenibilidad.

Durante su adolescencia fue amigo de dos chicos, también de origen italiano, que tras el divorcio de sus padres se quedaron a vivir solos en una casa grande y confortable en la que las fiestas eran habituales. Los dos hermanos acabaron adictos a la heroína y «entraban y salían» de las cárceles debido a pequeños delitos hasta que uno de ellos murió por una sobredosis y el otro se suicidó. «Años más tarde creo que esta es la razón por la que creo en la posibilidad de reinserción de los delincuentes», remarcó.

Su primer contacto con un penal fue por casualidad, tras el fracaso de un negocio que le llevó a la ruina, por lo que decidió presentarse a un puesto de cocinero en una cárcel de Surrey donde sintió «empatía» hacia las personas que estaban allí encerradas a las que empezó a formar en el arte de los fogones. Consiguió la financiación de 350.000 libras que necesitaba y su siguiente paso fue instalar en la propia cárcel un restaurante, su primer 'clinc', en el penal HMP High Down de Surrey, que ofrece comidas y desayunos cinco días a la semana. No hizo falta la publicidad porque el boca a boca ha hecho que el comedor esté siempre lleno».

Tras este establecimiento llegaron los ubicados en penales de Cardiff, Brixton y en la cárcel de mujeres de Styal. Crisci está sumergido además en otros proyectos, siempre relacionados con los presos, como la firma de catering que acaba de cerrar un contrato con una institución de Londres donde la reina Isabel de Inglaterra organiza banquetes para convidados de otros países.

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