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EL RAMEN DE LA VIDA

PABLO GARCÍA-MANCHA - TENDENCIAS

Viernes, 16 de noviembre 2018

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La cocina es mucho más que coger una receta y replicarla como si fuera la construcción de un Lego en el que cada pieza tiene un sentido milimétrico de su situación y disposición en el universo de esa construcción de construcciones con la que tantas horas hemos pasado casi todos los niños del mundo. La cocina tiene una carga de pasión y demostración de vida que alcanza a conmover infinidad de esos resortes donde se asientan los núcleos que estimulan lo que entendemos por existencia. La cocina, al fin y al cabo, es una forma de interrelacionarse con el mundo, con la naturaleza y con el yo más íntimo de cada ser humano. A veces, con el deslumbramiento mediático de la gastronomía contemporánea no somos capaces de ver más allá del celofán y el brillo de las estrellas, los premios y los concursos televisivos y en ocasiones conviene detenerse y contemplar la belleza de la culinaria desde un punto de vista más auténtico y personal. Y eso es escasamente lo que me sucedido el otro día en el cine viendo la película 'Una receta familiar (Ramen Shop)', un maravilloso largometraje japonés dirigido por Eric Khoo en el que se relata el vuelco vital que sufre Masato, un joven chef de ramen con la muerte de su padre y el viaje iniciático que emprende a Singapur para buscar el origen de su madre, hija de Madam Lee, una grandiosa cocinera de 'bak kut teh' (costillas de cerdo en sopa, acompañadas de té, que es un plato icónico de Singapur, China, Malasia y Taiwán, y que lleva una cuidadosísima elaboración de más de 24 horas). La película es un paseo por la cocina colorista e increíble del sudeste asiático y también un dibujo por la historia de dos países que se dividieron fatalmente por la Segunda Guerra Mundial y el desastre que provocó en muchas familias que se rompieron con la confrontación armada o, como en este caso, las consecuencias de que una muchacha de Singapur se enamorara de un cocinero japonés años después de la llegada de la paz. Masato tiene que reencontrarse y ahuyentar los miedos de una abuela que no comprendía que su hija se casara con un japonés, compatriota de aquellos soldados fanatizados por el totalitarismo que llenaron de dolor su juventud. humanos. Al final ambos comprendieron que por encima del rencor está el perdón y el lenguaje de un 'bak kut teh' elaborado con el alma iba a poder más más que cualquier vestigio de duelo e incomprensión.

La película es un poema gastronómico (conviene verla con el zurrón saciado) y se comporta como un paseo casi enciclopédico por las costumbres gastronómicas de una sociedad que rinde culto a la comida. En el fondo no estamos tan lejos de ellos, pensé. La comida puede mover el mundo e incluso transformarlo.

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